BIENVENIDA

Hola, bienvenidos a mi blog!!!
Este es el lugar que elegi para compartir con todos uds mis escritos, muchos de los cuales son el producto de mis vivencias, mis sueños y tambien historias que fui recogiendo y que tocaron mi corazón.
Se llama Verde Oscuridad, porque fue el primer cuento que escribi...hace casi un año, y que es mi humilde homenaje a la mujer que ha pesar de haber caido( equivocado), no tiene miedo y apuesta nuevamente al amor porque sabe que la vida sin alguien con quien compartirla, es más dura y dificil de llevar.

domingo, 18 de julio de 2010

ANGEL


La mujer caminaba despacio y con cada paso que daba, parecía que los años habían hecho estragos en su columna. Con la espalda un poco encorvada trata, en vano, de mantener la cabeza erguida. Su rostro, a pesar de estar surcado de arrugas, no ha perdido su antigua lozanía. Algo, hace que la gente se fije en ella. Los ojos, verdes y hermosos, de eterna mirada triste, no perdieron totalmente la luz. Su transparente mirada, mira sin ver, totalmente absorta en su mundo. Su hija la mira con tristeza pues conoce la razón de su locura, años esperando por un amor que nunca volvió, mirando pasar la vida, sin atreverse a luchar por sus sueños, sola, aguardando lo que nunca llegó y aferrada a una pequeña radio, escuchando la música. Por ahí, en sus momentos de lucidez, lo recuerda y gruesas lágrimas ruedan silenciosas por su rostro. Recuerda el tiempo en el que fue feliz, o creyó ser feliz, pero todo fue una ilusión a la que ella se aferró y que terminó con su cordura.

Lo amó tanto, tanto, que nunca permitió que nadie más se le acercara. Un día se lo encontró en plena calle, iba de la mano con otra mujer y no la vio hasta que estuvo enfrente. Se quedo parada mirándolo…tantos años esperando por el, sufriendo por el, llorando por el, y lo encuentra allí, con otra, feliz. Al verla, el quedó paralizado. Ahí estaba su ángel, su ángel de la eternidad, la que lo salvó de una existencia gris y vacía, dándole tanto amor que el se creía incapaz de sentir. Le inyecto a su vida amor, pasión, dolor y a veces hasta creía que la odiaba por hacerlo sentir tan vulnerable y dependiente de ella, de sus caricias, de sus labios. La que lo despertó y le hizo comprender que podía amar sin reservas, pero se asustó y huyó. No pudo, o no quiso saltar el muro que los separaba. Se refugió en relaciones pasajeras, sin atreverse a comprometer su corazón, hasta que se encontró casi sin querer comprometido en una relación, jugando a ser feliz, viviendo en un mundo de apariencias, donde lo único que importaba además, del poder y el dinero, era el que dirán. Y ella era, sólo una mujer enamorada, franca y verdadera que le enseñó a amar y a dar amor. Pudo más su familia y el prestigio de su apellido. Su corazón entabló una lucha con su cerebro y finalmente ganó este último…y la dejó ir. Pero fiel a su egoísmo narcisista, no podía permitir que otro tuviera lo que el tuvo, y consideraba suyo. La encadenó a él mediante mentiras y trampas, manteniendo siempre latente la esperanza, y con códigos que sólo ellos conocían, la mantuvo siempre, al filo de la irrealidad.

Desde ese día, algo murió en ella, nunca más fue la misma, y el antiguo brillo de sus ojos, vuelve sólo cuando escucha las viejas canciones que el le regalaba.

Cuando su vida se apagó por completo, en una cálida noche de noviembre, la luz de la luna entraba por la ventana abierta y el aroma de jazmines, que ella tanto amaba, inundaba con su fragancia la habitación. Su rostro reflejaba una inmensa paz. Se fue con una sonrisa en los labios y el último gesto que tuvo fue estirar sus manos, como si buscara aquellas otras, que con caricias la llevaron a la locura. Como una rosa que nunca llego a abrirse por completo, se secó. El era su agua, su aire, su sol, para el, ella fue su ángel.-





ANA MARÍA DÍAZ PAZ

MOMENTOS


Se conocieron en un colectivo de larga distancia, pues les tocó compartir el asiento. Al principio estaban callados, pero una maniobra brusca y una fuerte frenada en la ruta le dio la oportunidad de iniciar una charla. Comenzaron hablando de cosas intrascendentes, pero poco a poco descubrieron que tenían muchas cosas en común y pronto se encontraron charlando como si se conocieran desde siempre, sintiéndose muy cómodos el uno con el otro.

Tenían casi la misma edad, habían nacido en la misma ciudad, pero nunca antes se habían visto. Miriam viajaba a la capital por cuestiones de salud y Armando para tomar un avión que lo llevaría muy lejos del país. Tocaron muchos temas diferentes, pero ninguno de los dos ahondó sobre su vida personal. Ella quizás porque se sentía un poco intimidada, pues él le contaba de los lugares que había visitado (a los que ella solo podía acceder por fotografías) y no quería que el se enterara de su vida de chica de barrio, monótona y aburrida, donde nunca pasaba nada; y él porque quería sentirse diferente, un hombre común, aunque sea por solo una vez en su vida. Lo cierto es que conversando se les pasó buena parte de la noche. Los dos se dieron cuenta que entre ellos había una magia especial, un algo que los hacía olvidar los prejuicios y lanzarse a la aventura. Al llegar a destino, fueron a tomar algo y luego, como una pareja más, salieron a recorrer la ciudad. Pasaron el día juntos, sin querer hablar del mañana, solo ese momento importaba. Se sentían felices lejos de todo y de todos, y pareció lo más natural buscar un lugar donde pudieran demostrarse todo lo que sentían, sin tener que dar cuentas a nadie. Fueron muchas horas amándose, casi sin palabras, solo sintiendo, sabiendo que al día siguiente, estarían muy lejos el uno del otro. Ambos sabían que sus vidas tomarían rumbos distintos, pero querían tomarse una revancha.

Fue ella quien lo vio partir, sin promesas, sin llantos, sólo un abrazo fuerte, un largo beso y un simple adiós. Sintió que toda su vida recordaría ese momento, que la herida que se abrió en su corazón ya nunca cerraría.

Semanas después Miriam regresó a su ciudad, los días pasaban sin que ella lo note, hasta que se enteró que estaba embarazada. Después de la sorpresa inicial, se sintió feliz, nunca más estaría sola, una nueva vida estaba gestándose dentro de si, y eso le dio fuerzas para luchar y salir adelante.

…Y así fue, pasaron muchos años, a veces se preguntaba que habrá sido de el, por donde andará, si también la recordaba. Ella tenía una pequeña réplica suya, con su mirada y esa hermosa sonrisa que eran un recordatorio constante de ese hombre que cambió su vida sin siquiera saberlo.

Nunca más se enamoró, se dedicó por completo a su hijo y los días transcurrían placidamente. Se acercaba el cumpleaños del pequeño Gabriel, Miriam fue a comprar su regalo, y como quería que sea una sorpresa, iba pensando en donde lo escondería para que él no lo descubriera. Siempre que iba al Centro entraba a la iglesia para rezar, la Misa ya había comenzado por lo que entró con la cabeza gacha y cuidando de no hacer ruido, se ubicó en un banco. Primero, algo la inquietó, no sabía qué, pero se puso alerta y después…esa voz, que la transportó al pasado y sin quererlo levantó la cabeza y lo miró. Allí estaba el, tantos años soñando con volver a verlo, imaginando su cara entre la gente, pasando noches sin poder dormir pensando en el y de pronto allí Celebrando la Misa estaba Armando. Parecía casi igual a como lo recordaba, solo su pelo entrecano acusaba el paso de los años. El tiempo se detuvo, los recuerdos se agolparon en su mente y las lágrimas rodaron por su rostro. Pareciera que su corazón lo llamó pues el la descubrió y al hacerlo se quedó sin palabras, porque olvidó lo que estaba diciendo. Su voz se quebró y tratando de recomponerse, tomó aire y trató de continuar, terminando rápidamente lo que estaba diciendo y se sentó. Parecía tan solo y perdido como ella.

Tratando, en vano, de evitar las lágrimas que corrían por su rostro, Miriam se levantó y se fue. Sus pasos resonaron en el corredor mientras se alejaba, salió a la calle. Ahora todo encajaba, sus silencios y el presentimiento de que algo ocultaba al evitar hablar sobre si. Escapó de la verdad que la golpeaba y que dolía, todavía lo amaba, siempre lo amaría. Ese único día pasado con él, la marcaría para toda la vida. Descubrir la verdad la dejó sin fuerzas. Se alejó de allí y se alejó de él. Esa etapa de su vida estaba cerrada.

Su hijo la necesitaba, y había que preparar una fiesta.





ANA MARÍA DÍAZ PAZ

VERDE OSCURIDAD II


La luz de la mañana ilumina su rostro cansado. Cerrando los ojos e irguiendo la cabeza, levanta su mentón para permitirle al sol acariciar su piel. Ahora no hay lágrimas, solo la certeza de que todo pasará, y que el dolor que parecía robarse su alma, poco a poco, solo será un recuerdo. Tiempo, solo eso tiene y es su único aliado, sus ilusiones, sueños y ganas de vivir se las llevó el. Quiere dejar atrás el pasado y todo aquello que se lo recuerde. Tampoco quiere recurrir al odio, seria mas fácil odiar que dejar de amar, pero no quiere eso porque sería consumida, nuevamente, por otro sentimiento que le impediría avanzar. No, debe seguir, hasta que las heridas que laceraron su corazón, acaben por cerrar.

Respira con dificultad y al hacerlo, las fuerzas comienzan a fluir en su interior, dándole la confianza y esperanza que tanto necesita, para sortear los escollos, en el nuevo camino que quiere emprender.

Se siente sola, pero es necesario que lo este. Este es un camino que solo se puede recorrer sola. Otra persona solo la retrasaría, sería una muleta que con el correr del tiempo se convertiría en un lastre, asfixiándola y terminando con la poca cordura que aún le quedaba.

Mira a su alrededor…este parecía ser un buen lugar para descansar. Sus llagas aún estaban frescas y dolían. Vaya si dolían, solo respirar se le tornaba dificultoso, a veces pensaba que no resistiría y terminaría por desintegrarse. Por momentos se siente tentada a seguir corriendo, seguir escapando de la fría, verde oscuridad, pero sabe que esa no es la manera. Tiene que descansar, reponer fuerzas, pues su pobre corazón no podría aguantar otra loca carrera.

Este lugar parecía bueno, se quedaría poco tiempo, el necesario para lamer sus heridas y reponerse.

Tiene la certeza de que todo esto pasará, solo debe dejar el tiempo correr…

Con lentitud da pequeños pasos. Esta indecisa, no sabe a donde dirigirse, se siente tentada a quedarse donde está, pues no quiere arriesgarse a caer nuevamente. Con cautela se encamina de nuevo al bosque, sabe que tiene que enfrentar sus miedos, de no hacerlo corre el riesgo de que la dominen y eso sería mucho peor. Esta vez no le produce tanto temor pues a la luz del día puede contemplar con nitidez lo que la rodea. Tiene la suficiente claridad mental como para ver las flores que tapizan el sendero y las hermosas enredaderas cubiertas de brillantes colores trepar airosas los árboles, buscando la luz para florecer. Si, a la luz matinal el bosque no era tan atemorizante y con pasos cautelosos echa a andar. Sabe que en algún momento la noche la sorprenderá nuevamente, pero esta vez está preparada para dejarse guiar por las estrellas, que titilando le mostrarán el camino. Ya no siente temor de ser devorada por la verde oscuridad, sabe que siempre estará allí, agazapada, amenazando su presente, pero puede vivir con ello. También sabe que jamás olvidará, pues eso, ya no depende de ella sino de su memoria. El tiempo todo lo cura, lava las heridas, se lleva el sufrimiento y te permite renacer. El dolor la hizo fuerte, esta de pie nuevamente.

Comienza a caminar…




ANA MARIA DIAZ PAZ

EL PRECIO E LA LIBERTAD


Con cansancio salió del ascensor y se encaminó hacia el corredor. Por fin estaba en casa, después de un viaje tan largo lo único que quería hacer era recostarse y descansar. El silencio le dio la bienvenida. Todo estaba igual, las paredes carentes de vida y de calor, le recuerdan lo que el eligió.

Se siente viejo, agotado, su pelo blanco, acusa el paso del tiempo. Nada en el recuerda al hombre inteligente, exitoso, que deslumbraba a todos con su sabiduría y al que también, muchos envidiaban y trataban de detractar. Viajó por muchos lugares pero siempre regresaba a su tierra y era inevitable que lo asalten los recuerdos cada vez que volvía. Cansado se recuesta en la cama. Ante el desfilan imágenes, y sentimientos de alegría, tristeza, miedo, angustia se entremezclan con sus recuerdos. Son sus tesoros, solo hace falta un perfume, una canción, tal vez una fotografía, o tan solo cerrar los ojos, para que la llave que abre los registros que están en la memoria, giren y…voilá: imágenes se disparan desencadenando los recuerdos. Estos lo llevan al pasado y hacen aparecer ante el, imágenes, a veces borrosas, mal hilvanadas y otras dolorosamente nítidas, únicas, irrepetibles, grabadas a fuego en su mente y que componen retazos de una vida, de un tiempo que pasó y que no volverá.

Se despierta sobresaltado, por un momento olvida donde está, la soledad, su compañera, lo hace pensar si fue correcto el camino que siguió. Luchó y luchó por construir su propio destino, sin lugar para nadie más que él en su vida. Y cambió, fue mutando, se transformó en alguien distinto, y aquel loco idealista, de la sonrisa fácil, lleno de sueños y proyectos, dio paso a un ser frío, cínico, distante, incapaz de sentir y dar amor…hasta que la conocio Fue como si desde un pasado muy remoto la hubiese estado esperando, sintió que toda su estructura se tambaleaba tratando de ocultar el amor cada vez que la miraba. Sacude la cabeza tratando de evitar, en vano, los recuerdos que, como en tropel, se agolpan en su mente. De sus ojos cansados resbala una lágrima, y casi sin quererlo, ella está otra vez presente, ofreciéndole su amor a manos llenas. El hizo lo que tan bien sabía hacer: mentir, utilizó todos sus recursos para alejarla de su vida y la lastimó hiriéndola mortalmente. La única persona que podía salvarlo, la única persona que lo hacía soñar y añorar todo lo que nunca tuvo y la perdió. La perdió por su orgullo y por no encontrar la manera de pedir perdón.

Hoy…muchos años después, cree aún sentir su voz llamándolo o su eterna mirada triste cada vez que vuelve. Ese es el precio de su amada libertad. Con sus libros y su eterna soledad, reanuda su marcha con cansados pasos.





ANA MARÍA DÍAZ PAZ

EL FRÍO Y LA OSCURIDAD


A la memoria de las víctimas del terremoto en Chile

Despertó con una sensación de frío y en la oscuridad, buscó una frazada para taparse y no encontró nada. No podía moverse…que pasaba. No!!! No !! Era una pesadilla, si cerraba los ojos se iría.

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El terremoto de 8.8 sacudió la quietud de la noche y comenzó el infierno en el pequeño pueblo de pescadores.

Los tejados pintados de brillantes colores, le conferían al lugar, un aspecto pintoresco. Las casas construidas, en su mayoría, con madera y adobe, se derrumbaron como castillo de naipes, ante la fuerte sacudida

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No se iba… el frío no se iba. Gruesas lágrimas de impotencia, rodaron por su rostro, y de pronto recordó.

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Los despertó el fuerte ruido y luego la tierra empezó a temblar. Todas las cosas comenzaron a caer. La pequeña vivienda se estaba desplomando. Salieron todos con rapidez y tanto sus padres como sus hermanos, escaparon hacia las alturas, alejándose de la costa.

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Amaba el mar. Era su vida. Aprendió a conocerlo y a respetarlo. El les ofrecía la comida de cada día, pero también podía quitarles todo en segundos.

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Volvió a la casa por unas mantas para sus sobrinos, que lloraban asustados y sin saber muy bien lo que pasaba. Estaba saliendo con los abrigos, cuando la casa se desplomó sobre el.

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Sintió un ruido, un rítmico sonido. Con esfuerzo, abrió los ojos tratando de enfocar la mirada para ver e donde provenía. Entonces se dio cuenta de que el sonido que escuchaba, eran sus propios dientes, que castañeteaban por el frío.

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Su padre y el Chiry, su hermano, quisieron ayudarlo a escapar de la trampa, en que se había convertido su propia casa y por eso no prestaron atención al mar, que primero se replegó y luego se abalanzó sobre ellos, con furia y violencia, arrasando todo a su paso.

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Frío…tenía tanto frío, y de pronto recordó. Ella, estaría bien? Una pequeña mueca, que remedaba a sonrisa, se dibujó en su rostro. Cuando la vio por primera vez, su corazón latió como un tambor. Era tan hermosa que parecía un ángel. Era la novia de Luís, el hijo del patrón, y desde que la conoció, no dejó de pensar en ella, de soñar con ella.

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El pequeño pueblo de pescadores, desapareció bajo las aguas, cuando el mar literalmente , se lo tragó.

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No sentía sus piernas, solo dolor. Lo tenía en todas partes. Respiraba y allí estaba otra vez, ya no se agazapaba, recordándole donde se encontraba.

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Eran amigos desde la infancia, siempre estaban juntos. Su padre, pescador, era uno de los empleados, del padre de Luís. Fueron inseparables hasta que su amigo, se fue a estudiar, a la ciudad y el a trabajar con su padre, para aprender el oficio. Se fueron distanciando, solo se veían en las vacaciones y en las fiestas del pueblo, pero ambos fueron cambiando. Luís se transformó en un chico de ciudad, con otros intereses, y el solo fue haciéndose hombre, a fuerza de trabajo y mucho sacrificio.

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La oscuridad se va. Ya no siente frío, solo el calor de los tibios rayos del sol, en su piel. Casi puede sentir el olor del mar y las gaviotas chillando encima de el… y el sol que quema su piel.

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Abrió los ojos con dificultad y allí estaba ella, tan pequeña y frágil, sonriéndole.

Estiró su mano y por primera vez la tocó. Su piel era tan suave, ah…y su cabello olía tan bien. Acarició su pelo y la besó.

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Lo encontraron varios días después, con el cuerpo medio sepultado en el barro, solo su cabeza estaba libre. No muy lejos de el su padre y su hermano, enterrados también, en el lodo, parecían hacerle compañía en la muerte. Su rostro, curiosamente limpio, les dio a los rescatistas, la impresión de estar dormido y en su cara , que reflejaba una gran paz, se vislumbraba una sonrisa.-






ANA MARÍA DÍAZ PAZ

OTRO DÍA MÁS


Comienza amanecer y el sol ilumina la figura que de pie, contempla el nacimiento de un nuevo día. Su cuerpo, flexible y duro se estira y despereza, con la insolencia de un gato, al recibir la suave caricia del sol. Con elegancia sacude su largo pelo ondulado. Al hacerlo, las diminutas gotas de agua, (que aún tiene su cabello) reflejan y descomponen, como pequeños prismas, la luz matinal. Con mirada altiva recorre el paisaje.

Otro día más…

Se mueve con gracia y soltura. Nada en él es improvisado, cada gesto está destinado a captar la atención de alguien. Contempla sin ver la mañana. Casi ni recuerda donde está, todos los lugares son lo mismo, solo cambian los rostros de la gente.

Otro día más…

Otro renacer, sin mirar atrás. El aguijón de los recuerdos, el dolor, unos ojos tristes y cargados de promesas. Por un momento se deja llevar y lo atrapan nuevamente los recuerdos. Sacude su cabeza, no quiere pensar, el pasado es solo eso: pasado. Bate sus alas, todavía están allí, pensó que las había perdido. Que osadía la suya al pensar que podía salir indemne (como siempre), pero se equivocó, allí estaba ella nuevamente…su piel de alabastro, y tan suave al tacto como la seda; sus pechos tan pequeños y perfectos como duraznos maduros. Su cuerpo se tensa, no quiere sentir. Se debe a una promesa. Ya casi ni recuerda ese momento, y fue hace tanto tiempo!! Sin embargo debe seguir, seguir hasta que el hueco donde estaba su corazón, deje de doler, entonces, sabrá que está a salvo. Su libertad, su preciosa libertad, se vio amenazada por la luz de esa mirada, que hoy parece devorar sus recuerdos y recorrer su sangre hasta hacerlo temblar.

Otro día más…

Su sonrisa, que contagiaba la suya y lo llevaban tan lejos, ya no está. Su alegría pasó. Con dedos trémulos aprieta sus puños tratando, en vano, de acallar sus pensamientos. Buscando exorcizar su recuerdo lanza un grito. La soledad y el silencio, lo abrazan. Con un rápido batir de alas se lanza al espacio. Volar, la libertad, escaparle al dolor, huir de su propio destino. Sin poder morir, pero tampoco sin poder vivir.

Otro día más…




ANA MARÍA DÍAZ PAZ

MORIR DE PIE


Poco a poco comienza a clarear y el ruido de las bocinas de los autos, las persianas de los negocios que comienzan a abrirse, las campanas de una iglesia cercana, anuncian la llegada de un nuevo día.

Ella lo mira dormir y su mirada cargada de amor, se desliza cual suave caricia por su espalda. Parece indefenso, siente su suave respiración y casi sin poder evitarlo estira la mano y hunde los dedos en su pelo, él, todavía adormilado, le dedica una hermosa sonrisa y con un rápido beso se levanta. Mikal contempla su espalda ancha y sus caderas angostas mientras David, con andar pausado y elegante, se encamina al baño.

Su forma de moverse, hablar, y hasta el mas mínimo gesto denota su procedencia. Son de mundos distintos y sin embargo el destino los unió. Fueron muchos años juntos, pero ella siempre supo que había algo que se interponía entre ellos, algo que le impedía entregarse totalmente y que lo hacía hundirse en oscuros silencios y lo alejaba de ella.

Con tristeza lo escucha cantar bajo la ducha…limpiándose rápidamente una lágrima, se levanta de la cama y comienza a vestirse. Sabe que el se va. Dentro de unas pocas horas saldrá de viaje, pero esta vez es diferente…ella lo espera. La mujer sin rostro, la dueña de su corazón, su amante de toda la vida y a la que dejo para emprender su propio destino, sin saber que eso le pesaría toda su vida. Su amor de juventud, su niña, la que lo dejo perdido en el pasado e incapacitado para volver a amar. La que lo busca cuando se siente sola porque su matrimonio o sus relaciones fracasan. El es capaz de atravesar el océano solo para estar con ella, a pesar de saber que nunca van a poder ser felices, porque su tiempo pasó. Se va en busca de sueños viejos, tratando de poner un parche nuevo en un viejo vestido.

Con decisión toma sus cosas y se va, no va a quedarse para escuchar nuevas mentiras. No esta vez. Está cansada de esperar.

Una bocanada de aire frío la recibe, ese mismo frío que parece abrazar su alma y llevársela, para huir trás el.

En silencio y sin un solo grito, se apresta a morir de pie.

ANA MARÍA DIAZ PAZ